Armas contra el lado oscuro del miedo


El estrés y la ansiedad se han convertido en el pan de cada día de este siglo XXI en pañales. La mayoría conocemos muchos casos de ansiedad por no encontrar trabajo, el miedo a perderlo o a lo que está por llegar, fobias a animales, a hablar en público… y una casi infinita lista de etcéteras. Aún así, el término clínico “fobia” es uno de los que peor se usan desde que se popularizó hace ya varias décadas. Hoy en día se han acuñado fobias para casi cualquier objeto o idea, llegando a veces a extremos esperpénticos. Es muy, pero que muy frecuente oír a alguien decir que tiene fobia a tal o cual cosa, como si de un miedo más o menos común se tratase, y sin embargo, una fobia es algo mucho más intenso.

Cuando alguien posee fobia a algo, digamos a las arañas (aracnofobia), el hecho de encontrarse una o sospechar de su presencia desencadena una respuesta simpática importante. El tronco encefálico (formado por una enorme cantidad de núcleos) y el sistema noradrenérgico decretan el estado de alarma: se empieza a sudar, el corazón se acelera, las pupilas se dilatan, náuseas, la boca se seca… Si este estado se prolonga, incluso puede llegarse a perder la consciencia o sufrir un verdadero ataque de pánico que conduzca a un fallo cardíaco.

Este sería un caso extremo, claro; ni las fobias suelen ir más allá de un miedo muy intenso que lleva a huir, ni las arañas van por ahí causando infartos en masa, por suerte para nuestro sistema sanitario. El miedo no es algo negativo, sino que puede salvarnos la vida, pero también puede amargárnosla durante muchos años. Entonces si la respuesta no es deshacernos del miedo ¿cuál es?

cambios

Reconfigurar nuestros temores

Cuando un miedo intenso o una fobia dificultan nuestra vida diaria parece claro que hay que intentar superarlo, puede que incluso pidiendo ayuda profesional. Lamentablemente, los potenciales clientes que sepan algo de estos casos sabrán que para superar sus miedos sólo tienen un camino: enfrentarse a ellos.

Por ello, es enormemente importante que la primera sesión de un psicólogo se destine a informar al cliente de los beneficios para su vida diaria que conllevará liberarse de ese hándicap, y el bajo número de sesiones que se suelen necesitar. Aunque pueda parecer pecar de optimista para el que carga con un miedo intenso, eliminarlos o encauzarlos en límites normales suele llevar mucho menos tiempo que la gran mayoría de intervenciones psicológicas.

Lógicamente, esto varía mucho en función del tipo de terapia que sigamos, si se apoya o no en medicación (aunque eso es más controvertido) y sobre todo, del nivel de compromiso del paciente con el tratamiento que ha iniciado. En Psicología hay tantas formas de abordar un problema como perspectivas teóricas, pero por tradición y por sus buenos resultados la que lleva años en el trono del tratamiento de fobias y ansiedad es el Tratamiento Conductual.

Exposición

Enfrentando-el-miedo

Para los conductistas, y muchos otros especialistas, el factor que mantiene ese miedo, y al cual hay que atacar para dejarlo en el pasado, no es otro que la conducta de evitación.

Cuando una persona huye de su miedo no se libra de él, como intuitivamente puede parecerle, sino que lo cronifica. Así, este adulto que cada vez que ve una barba o animal blanco empieza a sentirse muy mal y se va de la habitación entiende que está haciendo lo correcto para huir de esa molesta sensación de peligro. Pero acaba consiguiendo lo contrario: no poder evitarlo, da igual cuánto se aleje. ¿Cómo se ataja esta aparente contradicción? Su terapeuta seguramente entonará el siguiente mantra: exposición, exposición y más exposición.

Entrenamiento en relajación

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Un entrenamiento en relajación puede ayudar a atajar los signos que indican al paciente que la situación puede irse de las manos y ofrecer mayores garantías al especialista, que debe estar atento a cualquier signo de pérdida de control de la sesión (una experiencia negativa hasta con el psicólogo presente puede limitar seriamente las posibilidades terapéuticas). Con el fin de consolidar cada logro, el profesional puede optar por exponer gradualmente a la persona a la situación ansiógena, consiguiendo incluso que sea el propio cliente quien lleve la iniciativa para afrontar su miedo y síntomas ansiosos.

La fobia social

businessman standing on podium

«Imagínatelos a todos desnudos». A a la mayoría le sonará el (y casi freudiano) consejo para que las personas que se ponen nerviosas o ansiosas hablando en público consigan relajarse y desenvolverse con mayor tranquilidad. Por desgracia, en casos de mayor gravedad, la fobia social llega a resultar muy incapacitante, dejando de limitarse a las temidas (por casi todos) charlas y exposiciones ante multitudes y englobando también a relaciones más íntimas.

Este tipo de trastorno ansioso es muy frecuente en niños y adolescentes, por lo que el uso de un coterapeuta familiar (que se encargue de ayudarle a realizar sus tareas y favorecer su adherencia al tratamiento) puede resultar muy positivo. El alto índice de abandono por parte de los aquejados por fobia social parece apoyar la utilidad de incorporar esto último. Otras recomendaciones en estos casos serían las sesiones grupales y añadir un entrenamiento en habilidades sociales, mediante el cual el cliente no sólo pierda el miedo a estar en público, sino que cuente con herramientas para no frustrarse en su relación con los demás.

¿Y que hay de la medicación?

Aunque en muchas ocasiones los médicos y psiquiatras recomienden el uso de medicación para ayudar contra fobias específicas y social lo cierto es que, de realizarse correctamente los tratamientos conductuales, éstos tardan tan poco tiempo en hacer efecto que resulta un engorro introducir prescripciones, instaurar el hábito de tomar las pastillas y planear de qué forma y a qué ritmo dejarlas. Además, numerosos estudios han puesto en duda la utilidad de tratar químicamente las fobias y trastornos de ansiedad más “simples”, poniendo el foco clínico en el tratamiento psicológico.

Sin embargo, esto no quiere decir que en cuestiones más complejas como un Trastorno Obsesivo Compulsivo, un Trastorno de Estrés Postraumático o un Trastorno de Ansiedad Generalizada, por poner algunos ejemplos, no se requiera un apoyo farmacológico a la terapia tradicional. De hecho, en estos casos lo ideal es un enfoque clínico más multidisciplinar, en el que el protagonista deja de ser un tratamiento puramente conductual para convertirse en uno Cognitivo-Conductual, más complejo, extenso y apoyado por otros profesionales además del psicólogo.

Extracto de un artículo publicado en  Psico Memorias por: Alfonso Muñoz, Psicólogo formado en Italia en Psicología Clínica y Jurídica. Anteriormente estudiante interno de Evaluación Psicológica, participó en una tesina sobre psicopatología en militares y una investigación en el Laboratorio de Conducta Animal, Aprendizaje, Cognición y Neurociencia de la Universidad de Sevilla sobre métodos alternativos de aprendizaje animal y su aplicación clínica.

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Una respuesta a Armas contra el lado oscuro del miedo

  1. esthervaras dijo:

    Interesante artículo, pero también hay que tener en cuenta el ritmo de trabajo y mejora del paciente, no solo pensar que el método o el tratamiento se realiza en poco tiempo. Un saludo

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