Cuando niño una de mis responsabilidades, era »hacer los mandados». Esto significaba que yo tenía que ir al mercado para buscar los alimentos del almuerzo. De más está decirles que no me gustaba hacerlo. No por el viaje bajo el sol caribeño, sino por miedo a un perro que tenía el vecino y me hacía dar carreras cada vez que me veía. Esta experiencia me causaba una preocupación que se convertía en miedo. Al cabo de un tiempo se convirtió en una ansiedad que se manifestaba con un sudor profuso y taquicardia cada vez que pensaba en el viaje al mercado. Aquella ansiedad afectaba toda mi vida pues pensaba en el dichoso perrito todo el día: en la casa, en la escuela y mientras jugaba. No obstante, tenía que enfrentarme solo a mi realidad. Por años dominó mi vida sin que nadie lo supiera.
Los niños se preocupan por muchas razones. Mientras más pequeños son, más fantasiosas son sus preocupaciones y miedos: monstruos, la oscuridad, etc. A medida que van entrando en los años de la adolescencia estas preocupaciones van cambiando y terminan controlándoles su vida física y psicológica.
Los jóvenes que tienen experiencias traumáticas en sus vidas como violencia, muertes y accidentes suelen ser más susceptibles a vivir bajo el acoso de su propio nerviosismo. Este tipo de miedo desatendido crece hasta convertirse en ansiedad que tiene manifestaciones físicas y sociales.
En el libro Siete pasos para ayudar a su hijo a preocuparse menos el doctor Sam Goldstein y otros colegas tratan este tema de la preocupación. Dicen que es saludable hasta cierto punto. Cuando un alumno se preocupa significa que algo importante va a suceder y no sabe cuál será el resultado. En este sentido, una preocupación saludable motiva al joven a poner mayor esfuerzo para controlar dichos resultados. En estos casos, la preocupación es saludable siempre y cuando sea motivo balanceado de mayor esfuerzo.
Sin embargo, hay muchos jóvenes que viven con preocupaciones, miedos, fobias, ansiedades y nervios que no son nada saludable y que limitan su vida evadiendo todo aquello que les angustia.
O sea que por evadir aquello que les causa miedo cambian su sistema de vida: sus amigos, actividades y forma de divertirse hasta ser verdaderos esclavos de sus ansiedades. Hay jóvenes que son sumamente introvertidos y tímidos por temor a no ser aceptados socialmente. Enfrentarse solo a estas ansiedades pudiera ser perjudicial para la salud mental de su hijo. Nunca deje que su niño enfrente solo estas ansiedades. Si es necesario consulte con un profesional para establecer un sistema de ayuda.
Fuente: El nuevo Herald
me parece una historia muy significativa ycompleja xq hay muchas personas q pasan lo mismo o quizas pueden pasar lo mismo x motivos q nadie espera y tambien cuando menos te lo imaginas en un momento menos inesperadoo reflexiona y ten en cuenta a tus padres y 100pre hagan lo q hagan quierelo:)…¡¡¡¡¡¡¡¡¡
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Este artículo es digno de ser recomendado y divulgado, en días pasados estuve «vagando» un poco en los espacios de «Yahoo Respuestas» y es altamente llamativo la cantidad de fobias, temores, dudas y demás desequilibrios de personalidad que manifiestan los jóvenes, y lo que es peor, que cada vez utilizan mas estos medios totalmente impersonales para manifestar lo que les afecta, pedir consejos y/o solicitar ayuda, ante lo cual es llamado es de urgencia, debemos retornar la atención hacia nuestros hijos.
Éxitos amigos, nuevamente los felicito por su trabajo
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