En busca del equilibrio


A lo largo de la historia de la medicina han predominado diferentes maneras de entender las enfermedades en general y los trastornos psiquiátricos en particular y, de cada una de ellas, se han derivado diversos modelos de tratamiento. Lo mismo ha ocurrido respecto a los tratamientos psicológicos.

De manera resumida, podríamos hablar de dos grandes modelos o paradigmas: el psicoanálisis y el conductismo y, en años más recientes, la teoría cognitiva. Los tratamientos psicológicos derivados de estos dos últimos modelos son los únicos que disponen de una amplia evidencia científica sobre su eficacia en un amplio grupo de trastornos. Estos tratamientos psicológicos reciben el nombre genérico de terapia cognitivo-conductual y, a grandes rasgos, se considera que los síntomas y las alteraciones que presenta la persona son el trastorno mismo y es éste al que hay que tratar.

La evidencia científica quiere decir que los datos que indican que el tratamiento es eficaz derivan de estudios controlados: se ha probado el tratamiento en un amplio número de personas afectas de un mismo trastorno, se han utilizado instrumentos de evaluación fiables para que el diagnóstico no dependiera exclusivamente de la opinión del clínico, se ha seguido un procedimiento de tratamiento específico y concreto, se han medido los resultados y se han comparado con otros tipos de intervención; finalmente los resultados favorables o desfavorables a la utilidad y eficacia de un tratamiento han sido confirmados por otros equipos de investigadores independientes entre sí.

El objetivo del tratamiento psicológico es identificar y modificar los elementos del comportamiento que se han alterado como consecuencia directa del sufrimiento de un trastorno psiquiátrico, o bien que ya estaban alterados antes y han contribuido al desarrollo de un trastorno mental o una alteración psicológica.

Por tanto, el tratamiento psicológico es la intervención dirigida a modificar los síntomas “comportamentales” del trastorno mental.

Igual que las emociones, el resto de elementos que configuran la conducta humana, que es el objeto del tratamiento psicológico, es universal; es decir, los experimentamos, los realizamos, los sentimos, los aplicamos, los afirmamos todas las personas y de maneras muy variadas a lo largo de nuestra vida. Todos tenemos nuestra propia manera de ser, de sentir, de pensar, de actuar, de entender, de reaccionar, de desear, de expresar. Y no somos máquinas programadas para hacer, sentir, pensar, expresar de una única manera y la mejor en cada circunstancia. De hecho, habitualmente los “errores”, equivocaciones, frustraciones que cometemos y que se producen en la vida cotidiana de todas las personas no tienen ninguna repercusión trascendente y, además, las personas tenemos y buscamos recursos muy diversos y maneras alternativas de actuar para resolver y superar los problemas y las adversidades. Por tanto, la conducta normal es variada entre las personas, como lo es en una misma persona en diferentes momentos y depende de diversos factores (tanto individuales como situacionales).

Así, pues, no es necesario un tratamiento psicológico para corregir problemas, alteraciones o dificultades transitorias que todos podemos experimentar.

Un trastorno psicológico no es la manifestación de ninguno de estos factores por separado sin la combinación entre ellos y la persistencia o prolongación en el tiempo de las alteraciones que se asocian a estas manifestaciones. Significa que, por motivos causales diversos, la persona experimenta de manera intensa y persistente un único tipo de emoción, y al mismo tiempo presenta alteraciones en sus comportamientos y el estilo de pensamiento se torna poco adaptativo, cambia su funcionamiento habitual, se le hace difícil mantener sus objetivos vitales, o directamente no los toma en consideración. Según cuál sea el trastorno que sufre la persona, las manifestaciones tendrán una mayor o menor repercusión en su vida cotidiana, tanto personal como afectiva, relacional, laboral e intelectual.

En definitiva, el tratamiento psicológico tiene como objetivo única y exclusivamente la conducta anormal: es decir, manifestaciones conductuales, emocionales y estilo de pensamiento que, en general, son habituales en todas las personas pero que por la intensidad, la frecuencia y la duración con que se experimentan llegan a ser disfuncionales y contribuyen a la persistencia del malestar y del trastorno.

 

Esta entrada fue publicada en Autoayuda, Ciencia, Fobia Social, psicologia, psicoterapia, Salud mental. Guarda el enlace permanente.

Una respuesta a En busca del equilibrio

  1. NOA dijo:

    No sé…No creo demasiado en la terapia cognitivo-conductual; no me parece más que un entrenamiento (bastante duro en caso de fobia social, por cierto) que puede dar algún logro «aparente», pero no real, ya no se trabaja con las causas profundas que han llevado a tener fobia social, con lo cual el tema sigue ahí.

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