Extracto de artículo publicado en la web de la Asociacion Ayuda
Autores: Dr. Daniel Bogiaizian – Lic. Laura Coccia
Ya desde las primeras conceptualizaciones de la Fobia Social (Marks y Gelder, 1966), la Fobia Social se circunscribió a situaciones de exposición del ámbito de lo público, por ejemplo ir a restaurantes o fiestas. El Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-III, 1980) consideraba que la fobia social era un caso especial de fobia simple que incluía miedos limitados a una o dos situaciones y, con excepción de casos extremos, era improbable que derivara en algo más y daba como ejemplos de fobias sociales “miedo a hablar o actuar en público, utilizar baños públicos, comer en público y escribir delante de otros”.Es muy probable que estos criterios de selección no representen de manera universal la forma en que se despliega el trastorno.
Si bien los criterios fueron evolucionando y en el DSM-IV-R, el Trastorno de Ansiedad Social generalizada abarca la mayoría de las situaciones sociales, todavía vemos que el acento está puesto en la preocupación para el juicio negativo, la irrupción de síntomas frente “a personas que no pertenecen al ámbito familiar” (Criterio A). De hecho, uno de los formularios más usados para evaluar la ansiedad social como el Liebowitz Social Anxiety Scale (LSAS, Liebowitz, 1987) no describe situaciones interpersonales con sujetos del ámbito íntimo del paciente. Esta tendencia se tradujo en una vasta literatura de investigación en relación a las dificultades en el desempeño académico, dificultades laborales y situaciones de exposición pública de los fóbicos sociales.
De alguna manera, la ansiedad social vinculada a las relaciones cercanas interpersonales no ha merecido la suficiente atención.
Aunque muchos investigadores han centrado su atención en la manera en que la depresión afecta las relaciones interpersonales, la fobia social es una de las patologías en donde se halla más afectada el área de las relaciones afectivas, ya que la naturaleza de éste trastorno incluye la dificultad en las habilidades sociales, el temor al ridículo, timidez, preocupación por el desempeño sexual, vergüenza, temor a expresar emociones o hablar de sí mismos.
Según Safran y Segal(1994), desde una perspectiva interpersonal, la autoestima de un individuo y su sentido básico de seguridad en el mundo son una función del sentido que tiene de su posibilidad de entablar relaciones. Este es el proceso que se halla entorpecido en las personas que padecen ansiedad social. La desconfianza, tanto en sí mismo como en las personas de su entorno, es la moneda corriente y se verifica en las restricciones en la vida cotidiana.
Es necesario analizar las dificultades inherentes a cada uno de los contextos en los que el fóbico social tiene que interactuar. Por ejemplo, una persona puede funcionar con sus compañeros dentro del ámbito del trabajo sin signos de ansiedad social. Pero si tiene que interactuar en el ámbito social con la misma gente, yendo a tomar algo y teniendo que hablar en un contexto de mayor intimidad, no puede.
Retomando el tema epidemiológico y en lo que respecta a la proporción por sexos de la fobia social, una de las constantes en los estudios sobre grandes poblaciones es que indican que es más común en mujeres que en hombres. Sin embargo, a pesar de la supremacía femenina en la población, pareciera ser que la prevalencia por sexos en la práctica clínica muestra resultados diferentes, tendientes a emparejar la proporción de hombres y mujeres que consultan por fobia social.
Turk y colab. (1998) coinciden con otros colegas en observar que en el momento de la consulta, los hombres tienden a equilibrar al número de mujeres. ¿Qué motivó más a las hombres que a las mujeres a buscar tratamiento? Estos autores plantean que sería conveniente investigar los factores que motivan a hombres y mujeres a buscar tratamiento, de ésta manera se podrían explicar la cantidad desproporcionada de hombres que buscan ayuda terapéutica. A la vez, señalan que en la población de su estudio, aunque el promedio de edad era de 35 años, más de la mayoría de los pacientes no estaban casados. También Scheneier (1992) examinó características demográficas de los que encuadraban en la fobia social y encontró más solteros, separados y divorciados que los sujetos que no padecen este trastorno.
Evidentemente la fobia social interfiere en el proceso de conseguir pareja y poder sostenerla. Dentro de las preocupaciones de los pacientes con fobia social, son frecuentes las cuestiones vinculadas al acercamiento con personas del otro sexo. En los varones se suma la complicación de tener que tomar la iniciativa. Este factor no tiene una incidencia menor en la fobia social y posiblemente se deba a que está fuertemente arraigado a nuestra cultura. Podríamos pensar que por lo menos en la cultura occidental, hay una expectativa general de que el hombre juegue un rol más activo en las situaciones de cortejo. Y éste precisamente no es el fuerte de las personas que padecen ansiedad social.
Utilizando los datos aportados por Heimberg y Juster (1995), seleccionamos 21 estudios que reportaban el porcentaje de casados en 1058 pacientes, el porcentaje promedio de casados fue de 43,5%; comparado con los datos del United States Bureau of the Census (1998), en el cual el porcentaje de casados es de 59,7%, indicando una diferencia de más del 16% entre los dos grupos.
Los temores relacionados con reuniones sociales o fiestas, hablar con desconocidos o tener una cita son manifestaciones corrientes en personas afectadas de fobia social generalizada. Son temores que generan efectos negativos en la aptitud de una persona soltera para participar con éxito en los procesos de cortejo y seducción, disminuyendo la posibilidad de conseguir una pareja. Debido a la excesiva ansiedad que les genera, dejan de concurrir a eventos sociales, rechazan invitaciones o encuentros que impliquen la posibilidad de quedar expuestos y sentirse rechazados. Como consecuencia de ello su círculo social se restringe cada vez más, su calidad de vida se empobrece significativamente y las posibilidades de conseguir pareja desciende a niveles que interfieren en sus proyectos personales. Las quejas más frecuentes de nuestros pacientes están relacionadas a las dificultades de relación con el sexo opuesto y la necesidad de conseguir pareja.
Lo vemos a diario, cómo en forma inexplicable las personas afectadas van pasando los años con el anhelo de estar con alguien en pareja, formar una familia y no lo logran. Los retrasos para formalizar una pareja pueden estar reflejando las dificultades inherentes a los vínculos interpersonales cercanos que se van a evidenciar en los distintos momentos del proceso de una relación, desde el inicial acercamiento en la etapa del cortejo y la decisión de invitar a salir a una posible pareja hasta la concreción de la misma.
Referencias:
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Aquí encuentro una referencia importante para mí. Hay diferencias entre ese miedo a exponerse en público y el miedo a que se produzcan situaciones de intimidad con otras personas. Creo que ambas situaciones siguen hilos distintos.
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