El alma y el cerebro


A lo largo del tiempo se ha creído que el alma residía en el corazón, el motor de la vida. Durante millones de civilizaciones cuando se enterraban los muertos, se dejaba el corazón intacto. No se pensaba en el cerebro como el órgano en el que se ubica nuestro sentido del yo, nuestra personalidad, nuestros recuerdos,… Fue a partir del siglo XVII que Thomas Willis y sus colaboradores afirmaron que la memoria, la capacidad de aprendizaje y las emociones eran en realidad producto de los átomos del cerebro, de la química.

Esta que sigue es la entrevista que mantuvo Eduard Punset, escritor, divulgador científico y presentador del programa Redes (TVE), con Carl Zimmer colaborador científico del New York Times, quien está comenzando a destacar como uno de los mejores ensayistas especializados. Fuente: www.rtve.es

Eduard Punset:
¿No es increíble? Increíble, pero qué persistente… me refiero a la idea del alma. ¿Sabes? Algunos amigos paleontólogos me dicen que, aunque se trate de algo persistente y muy importante, de hecho nuestros antepasados empezaron a fabricar herramientas hace unos 2 millones de años, y la noción del alma vino después. ¿Es verdad? ¿De dónde salió esta idea?

Carl Zimmer:
Bueno, la idea del alma, o de algo parecido al alma, probablemente surgió hace mucho tiempo, tal vez hace un millón de años, o unos cuantos cientos de miles de años. Podemos obtener pruebas de esta evolución realizando estudios psicológicos en la gente. Tendemos a ver un agente en las cosas. Nuestros cerebros están programados para entender las intenciones de los otros, pero también podemos llegar a ver una intencionalidad en un círculo que se mueve por la pantalla: si se desplaza de un modo concreto, quizá digamos: «¡Mira, el círculo está persiguiendo al cuadrado!». Así que imponemos un alma incluso en las formas abstractas. Se trata de un instinto muy nuestro. Me parece que es bastante fácil que ese instinto de entender a la gente diera lugar al concepto de alma, y no solamente en la gente; en la Edad Media se creía que incluso los árboles, o las rocas, tenían alma.

Eduard Punset:
Claro, es verdad.

Carl Zimmer:
Así que, en la naturaleza, había almas por doquier. Siempre que percibíamos algo parecido a una acción o cambio, creíamos ver un alma.

Eduard Punset:
¿Y dónde se situaba el alma? Con los seres humanos, por ejemplo, lo primero que hacían los sacerdotes con un cadáver, con alguien muerto, era extraer el cerebro. Pero al preparar el viaje al más allá, dejaban intacto el corazón, por ejemplo; porque creían que era el motor de la vida. ¿Hasta cuándo fue esto así, más o menos?

Carl Zimmer:
Pues sin duda en el antiguo Egipto creían que el corazón era el centro de la vida, que el alma residía en el corazón. Aristóteles también pensaba que el corazón constituía el centro de la vida. Muy poca gente pensaba en el cerebro como lo hacemos ahora, como el lugar en el que se ubica nuestro sentido del yo, nuestra personalidad, nuestros recuerdos, etcétera. El corazón fue un concepto muy poderoso que estuvo vinculado al alma durante siglos. En la Edad Media se creía que cada persona tenía tres almas: una en el hígado, otra en el corazón y luego estaba el alma racional, el alma del cristianismo, que no se ubicaba en ningún lugar concreto porque se trataba de un alma inmaterial. Así que el corazón siguió considerándose como un órgano central en lo relativo al alma, y por eso tenemos imágenes de Jesús abriendo su…

Eduard Punset:
…corazón, es verdad.

Carl Zimmer:
¡Abriendo su corazón! De este modo se nos muestra su verdadero yo, porque todos pensaban que allí residía el alma, que lo más recóndito de cada ser estaba en el corazón. Jesús no abre su cráneo y nos muestra su cerebro. ¡Nunca he visto una imagen de este tipo!

Eduard Punset:
No. Y entonces llega este médico británico, inglés, Thomas Willis, sobre el que versa tu fantástico libro… él es el primero que dice: «¡todo está en el cerebro!». Y en cierto modo, como veremos, se refería al hecho de que el alma se transforma en carne en el cerebro. Esto es de lo más revolucionario, ¿no? Para la época…

Carl Zimmer:
¡Desde luego! ¡Se trataba de un modo totalmente nuevo de reflexionar sobre la naturaleza humana! Afirmaba que la memoria, la capacidad de aprendizaje y las emociones eran en realidad producto de los átomos del cerebro, de la química. Nadie había pensado eso antes. Claro, hoy en día todos pensamos así, lo damos por sentado; pero en el siglo XVII fueron Thomas Willis y sus colegas los que llegaron a esta idea por primera vez. Se trataba de una idea bastante revolucionaria por aquel entonces.

Eduard Punset:
Así que realmente, tal vez fue el primero que afirmó que el alma es carne, y está en el cerebro. Si esto es así, ¿por qué no lo persiguieron por sus ideas?

Carl Zimmer:
¡Qué buena pregunta! Es cierto que hubo una gran persecución de gente que profesaba ideas parecidas a ésta. Descartes tuvo problemas por sus ideas; Thomas Hobbes afirmó que la mente no es más que materia en movimiento y los obispos de Inglaterra lo persiguieron, o por lo menos lo intentaron. Thomas Willis es un caso aparte, porque procuraba dejar espacio para la noción cristiana del alma. Él mismo era un cristiano tremendamente devoto, así que no se cuestionaba los conceptos básicos del cristianismo. Simplemente quería analizar el cuerpo humano y aprender cosas sobre él y, por el camino, aprender cosas sobre el alma. Por lo que a él no le parecía que hubiera ningún conflicto, ni tampoco a los líderes de Inglaterra. Además, ¡era un científico con muy buenos contactos! Uno de sus amigos era el arzobispo de Canterbury, la principal personalidad religiosa de Inglaterra, así que obtuvo protección.

Eduard Punset:
Willis también fue un pionero en otras cosas, como demuestras en tu libro. Una de ellas es este tema tan difícil de entender a veces: el hecho de que tenemos un cerebro integrado, que hemos heredado el cerebro de los reptiles y que, al volvernos mamíferos, no descartamos el cerebro de los reptiles, sino que lo mantuvimos perfectamente integrado. Él ya era consciente de esto, ¿verdad? ¡Sabía que el cerebro podía hacer muchas funciones muy distintas!

Carl Zimmer:
Así es. Él observaba el cerebro de los peces, de los monos, de las vacas; analizaba estos cerebros y veía semejanzas y diferencias. El cerebro humano se parecía mucho al cerebro de otros animales, y Thomas Willis creía por tanto que, si un animal tenía las mismas partes que un humano, estas partes podrían hacer las mismas cosas que en los humanos. Creía de veras que un caballo recordaría dónde había buena comida en el prado, utilizando las mismas partes cerebrales que nosotros. Sólo que nosotros teníamos un cerebro mayor capaz de más pensamientos, por así decirlo. Esto realmente prefigura un tipo de pensamiento evolucionista, aunque Thomas Willis jamás lo hubiera expresado así. Para él era una prueba más del ingenio de Dios como creador, como diseñador.

Eduard Punset:
No obstante, él fue evolucionista, en cierto modo, antes que Darwin, ¿no? Casi 200 años antes…

Carl Zimmer:
Sin duda, él es una de las personas que brindó las pruebas que, 200 años más tarde, Darwin utilizaría con tanta elegancia para forjar la teoría de la evolución.

Eduard Punset:
Hay otra peculiaridad de Thomas Willis que también es fascinante. No sé cómo llegó a esto. Él decía que había algún tipo especial de espíritu que iba del cerebro a los testículos. Y a menudo… bueno, no puede hablar de genética, pero sugiere que pasamos a través de… que estos espíritus van del cerebro a los testículos para transmitir cierta información. ¿A qué se refería exactamente? ¿Y en qué punto estamos en cuanto a la información para crear a otro ser humano?

Carl Zimmer:
Bueno, lo fascinante de Thomas Willis y de su época es que sencillamente desconocían conceptos que ahora damos por sentado.

Eduard Punset:
…por sentado.

Carl Zimmer:
Por ejemplo, no sabían nada del ADN. De nuevo, él sólo hacía observaciones y buscaba explicaciones para las observaciones. Veía que los niños nacen y se parecen a sus padres, y crecen para convertirse en adultos que se parecen a otros humanos adultos. Así que tenía que haber alguna idea ahí, tenía que existir…. lo que llamaríamos información, algo que se transmite para crear a otra persona. Y el único lugar que se le ocurrió en el que había ideas en el mundo fue el cerebro.

Eduard Punset:
…el cerebro

Carl Zimmer:
Así que dijo que tenía que haber una conexión. Y se dedicó a buscarla. Él buscaba algo físico… algún tipo de vaso conductor o algo que fuera directamente del cerebro a los testículos. Nunca lo encontró, de manera que… ¿sabes? esto debería haberle dado una pista de que tal vez había otro tipo de información en el mundo, información genética.

Eduard Punset:
Eso es. Instrucciones.

Carl Zimmer:
Exacto.

Eduard Punset:
Sobre cómo actuar…

Carl Zimmer:
Pero fueron necesarios siglos de investigación para llegar a ese planteamiento tan distinto.

Eduard Punset:
Otra idea fantástica, y pionera, de Willis, es que estaba totalmente convencido de que mediante fármacos y manipulación física podían curarse todas las enfermedades. No tenía ninguna duda al respecto. Así que en cierto modo, de nuevo, estaba avanzando la farmacogenómica actual, ¿no? ¿Y en qué posición estamos ahora?

Carl Zimmer:
Sí, creo que en este sentido Thomas Willis jugó un papel realmente decisivo, y se trata de algo de lo que la mayoría de la gente no se da cuenta, porque su idea era que, mediante la alteración química de la actividad cerebral, se podían curar todas esas enfermedades. Así que él explicaba que un ataque epiléptico podía estar causado por un descontrol químico, como la pólvora que explota. Se trataba de una manera de razonar muy distinta a la que imperaba entonces, cuando la gente decía que los epilépticos estaban poseídos por el demonio… En el caso de la melancolía, Thomas Willis recetaba una fórmula secreta compuesta de algún tipo de jarabe de acero, de hecho nadie sabía en qué consistía, y se hizo muy rico con eso. Se lo administraba a la gente diciendo: «esto te curará porque modificará la química de tu cerebro». ¿Sabes? Éste es el paradigma en el que todavía trabajamos…

Eduard Punset:
¡Claro!

Carl Zimmer:
…cuando alguien toma Prozac o algo así… lo hace con la convicción de que, tomando esa substancia química, podrá modificar este aspecto de su persona.

Eduard Punset:
¿Y se puede?

Carl Zimmer:
Hasta cierto punto sí… es decir…

Eduard Punset:
Sí…

Carl Zimmer:
¿Sabes? Puedes modificar tu cerebro tomando una copa de vino… es decir, no es tan difícil modificar el cerebro. La pregunta es: ¿cambiará del modo que realmente quieres? ¿Y es la mejor manera de cambiarlo?

Eduard Punset:
Carl, hay una idea que se acerca mucho a este tema del alma, y en la que la gente piensa constantemente: la idea de uno mismo, del yo. A veces, cuando hablas con la gente, lo que les preocupa de la muerte, del carácter inevitable de la muerte, no es tanto que sus átomos se desvanezcan, sino que la idea del yo vaya a desaparecer, si esta idea del yo también es cerebral, también es carne. ¿Lo es? ¿Cómo es eso?

Carl Zimmer:
Sí, es una idea muy inquietante, y creo que es uno de los motivos por los que enfermedades como el Alzheimer resultan tan devastadoras. Porque mirando a alguien que padece la enfermedad de Alzheimer u otro tipo de daño cerebral, realmente puede verse como el yo de otra persona desaparece, se destruye paulatinamente a medida que el cerebro se va destruyendo. Esto puede observarse. Y en ese caso… no puedes forjarte la ilusión de una muerta súbita, en la que parece que, bueno, el yo se vaya a otro lugar, ¿sabes? Como a través de una puerta… cuando alguien tiene Alzheimer lo que ves es que…

Eduard Punset:
Su yo…

Carl Zimmer:
…se desintegra.

Eduard Punset:
…muere

Carl Zimmer:
Sí, o se transforma en otra persona. Es otra cosa extraña que sucede con algunas de estas demencias, alguien puede pasar de ser muy conservador políticamente a ser muy liberal; o de repente se viste de un modo totalmente distinto, y decide hacerse pintor… ya no parece la misma persona, apenas puede recordar su propio yo. De hecho pueden estudiarse los cerebros de esta gente y ver que se producen cambios físicos en el cerebro que cambian a la persona. Es difícil pensarlo, ¿sabes? El yo es un concepto muy importante para nosotros, por lo menos en Occidente…

Eduard Punset:
Es cierto, es cierto… Que esta idea desaparezca causa estragos. Si pensamos en lo que nos diferencia de los chimpancés, por ejemplo… los chimpancés son conscientes, se reconocen en el espejo, y nosotros también, por supuesto… pero además de esto, además de reconocernos, somos capaces de imaginar cosas y generar convicciones, algo que el chimpancé no puede hacer. Algunas de estas convicciones pueden demostrarse, otras no pueden demostrarse en absoluto… pero la idea del yo, de uno mismo… ¿es simplemente una convicción que hemos generado, de que hay algo más? ¿O cómo surgió esta idea?

Carl Zimmer:
Mucha gente ha estudiado el yo desde una perspectiva neurológica, a través de gammagrafías cerebrales, y se ha descubierto que nuestro cerebro actúa de un modo distinto cuando pensamos en nosotros mismos. Hay ciertas regiones cerebrales que parecen coordinar un tipo especial de pensamiento al pensar en nosotros mismos.

Eduard Punset:
Ya veo…

Carl Zimmer:
Así que en realidad, el yo… no sólo puede considerarse como la manera especial que tiene el cerebro de identificar todo lo que tiene que ver con nosotros mismos, sino que es más bien una cuestión de… no es una cosa; es un proceso, o una organización. Por lo menos así es como los científicos empiezan a considerarlo. Y, cuando se altera esta red, empiezan los problemas del yo. Es entonces cuando la persona ya no se parece a lo que era, porque no puede retomar su memoria autobiográfica. Esto es algo que pasa. ¡Simplemente no recuerdas quién eres! O tal vez la manera de regular las emociones al pensar en uno mismo cambia también; por lo que, emocionalmente, pareces otra persona.

Me parece que los científicos realmente piensan así sobre el yo ahora. Pero todavía quedan muchas cosas por entender. La conciencia sigue siendo un auténtico misterio

Eduard Punset:
Así es…

Carl Zimmer:
Pero se está empezando.

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2 respuestas a El alma y el cerebro

  1. El alma es independiente del cuerpo y se aloja en la zona del corazón. Y la mejor prueba es que cuando uno dice «yo» se señala el corazón, no el cerebro. Afirmar otra cosa es un disparate… o una artimania de marketing para currar con la venta de un libro… Elisa

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  2. Almona dijo:

    Genial esta entrevista. Me ha parecido muy interesante el debate acerca del nacimiento y la ubicación de eso que llamamos Yo. Y sobretodo que permite darse cuenta de que cosas que damos como «seguras y sabidas» lo son porque así nos lo han dicho, y no por nosotros mismos, claro.

    Saludos

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