La razón por la que cantamos “A quién le importa lo que yo haga, a quién le importa lo que yo diga” (de Alaska) es que: sí que nos importa. Y mucho.
El ser humano es social y eso le lleva a establecer lazos entre sus iguales y a mostrarse especialmente sensible en lo relativo a querer agradar a los que le rodean.
Necesitamos la sensación de ser aceptado como parte de un colectivo (sentimiento de pertenencia), es una necesidad básica de los seres humanos.
Por ello, a todos nos gusta recibir la aprobación de los demás.
Una demostración se puso en evidencia con los clásicos experimentos de conformidad del investigador Solomon Asch:
- Se forma un grupo compuesto por el investigador, un estudiante y varios compañeros que se hacían pasar por sujetos de la experimentación pero que en realidad eran colaboradores del investigador.
- El investigador presenta una hoja en la que hay impresas tres barras horizontales de diferentes tamaños, y cada sujeto debe decir en voz alta cuál de ellas es la más alta.
- Los colaboradores están preparados para responder de forma correcta en los primeros ensayos, pero a medida que progresa la situación empiezan a indicar una barra que claramente no es la más alta.
- El sujeto extrañado de las respuestas de sus compañeros comienza respondiendo correctamente, tal como él piensa, pero a medida que los demás insisten en indicar la barra equivocada, sus respuestas comienzan a ser iguales que las de los demás.
El resultado: en el 36,8% de las ocasiones, el individuo objeto de estudio coincidía con las respuestas de sus compañeros, pese a ver con claridad que éstas eran equivocadas.
Al entrevistar a los sujetos que habían pasado por el experimento, explicaron que a pesar de saber con certeza cuál era la respuesta correcta, se amoldaron a las expectativas de los demás por temor a ser ridiculizados de alguna manera. Algunos de ellos incluso afirmaron pensar que las respuestas eran realmente correctas.
Además, se observó que cuanto mayor es el número de gente que componga el grupo, más poderosa es la conformidad. En los grupos pequeños, la opinión minoritaria no sufre tanta presión al cambio como cuando se añaden tres o cuatro personas más.
Otros factores como escribir la respuesta en lugar de decirla en voz alta y exponerse a la crítica o burla, favorece la resistencia a la conformidad.
Se concluye que este fenómeno de la conformidad se da incluso en situaciones en las que el estímulo sobre el que hay que emitir un juicio es objetivo, indicando la tendencia del ser humano a no contradecir al grupo (sobre todo por miedo a ser señalado o por no quedar excluído).
El problema se planteas cuando la búsqueda de aprobación y valoración de los demás determina en exceso nuestra conducta.
- Se gasta mucha energía intentando obtener el agrado de los demás
- Se vive como en peligro de manifestar la propia opinión, por el temor de que no coincida con la que esperan los demás.
Las personas que se preocupan en exceso por lo que piensan los demás:
- Tienden a evaluar sus logros en función del reconocimiento externo.
- Suelen manifestar ansiedad o alta sensibilidad ante el juicio ajeno.
- Poseen alto temor al rechazo.
- Suelen estar más centrados en el resultado (y su aprobación) que en el proceso de ejecución de las actividades.
Consejos para que lo que piensen los demás le traiga sin cuidado
Del psicólogo Jaime Burque, autor del blog Filmoterapia
1. La razón de que te desaprueben está muchas veces en la otra persona, no en ti.
2. Aprende a enfocar la crítica de una manera objetiva y constructiva.
3. Esfuérzate en hacer lo que quieres, en lugar de pensar en lo que los demás quieren que hagas.
4. Trabaja tu autoestima y su asertividad (aprender a decir no).
5. Comprende que no se puede agradar a todo el mundo. El rechazo siempre llega en algún momento; por lo tanto, necesitar la aprobación de los demás “es algo bastante irracional e inefectivo, y nos volverá personas constantemente reactivas”.
6. Recuerda que la crítica a una idea o un comportamiento no es un rechazo a tu persona.
7. Tú eres quien mejor puede opinar sobre ti mismo.
8. Evita las creencias perfeccionistas de que tu valor como persona está determinado por el logro. Cuando intentamos ser perfectos a toda costa, cada crítica se vive como un fracaso personal.
“Suele tener más aprobación quien no la busca ni la necesita, pues suele gustar más lo auténtico (aunque no coincida con nuestras opiniones) que lo sumiso y entregado”. Por lo tanto, la receta, aunque manida, es aparentemente sencilla: “Sea usted mismo”.





