En este breve artículo de José Antonio Marina se expone lo que tantas veces muchas personas nos hemos preguntado.
Pepa Fernández, una morenita guapa, brillante y veloz como un relámpago, me invita a su programa de Radio Nacional para hablar de la risa. Asunto serio, sin duda. El sentido del humor es una de las grandes creaciones de la inteligencia, capaz de resolver envenenados problemas de convivencia. Aprender a reírse de lo risible es importante. Pero, ¿es además posible? Todos sabemos que cuando estamos sufriendo resulta irritante el consejo de «tómatelo con buen humor». Hay psicólogos que intentaron una «risoterapia», una curación mediante la risa, y tuvieron que tomárselo con calma porque a veces exacerbaban los problemas que pretendían aliviar.
Dos lectoras, y además la directora de una revista de gran tirada, nos plantean un problema estrechamente relacionado con éste. ¿Es posible cambiar? El afán o la necesidad de hacerlo lleva a la gente descontenta o desdichada a todo tipo de consultas. Los libros de auto ayuda ocupan nutridas baldas en muchas librerías. Prometen más de lo que suelen dar, desde luego. Las modas se suceden. Modas que son con frecuencia contradictorias. La psicología americana siempre ha sido más optimista que la europea, y ha pensado que el ser humano podía rehacerse casi a voluntad. Los europeos han creído más en el peso de lo ya vivido. El pasado, según Freud, o las estructuras económicas, según Marx, determinaban nuestro presente. En la actualidad, las investigaciones genéticas vuelven a poner en tela de juicio la posibilidad de cambio. ¿Qué hay de verdad en todo esto?
Las psicoterapias han gozado durante mucho tiempo de una cierta impunidad. No había un control riguroso de su eficacia. Hace años, cuando Gerald Klerman fue nombrado director del departamento federal estadounidense de salud mental, propuso que las psicoterapias se evaluasen de la misma forma que se evalúan los medicamentos. Se emprendieron muchos estudios que no llegaron a la opinión pública. La American Psychological Association ha publicó un libro titulado The Heart and Soul of Change. El subtítulo – lo que funciona en la terapia – expresa su interés por estudiar la eficacia de los distintos métodos. Lo más sensato que he leído sobre este asunto se debe a Martin Seligman, un prestigioso psicólogo. Según él, hay cosas que se pueden cambiar y otras que no se pueden. En la estructura personal de cada uno de nosotros podemos distinguir tres niveles: temperamento, carácter y personalidad. El temperamento está biológicamente condicionado. El carácter es aprendido, pero constituye el núcleo duro de la memoria. Se puede cambiar, pero con la dificultad que entraña aprender un segundo idioma. La personalidad incluye nuestros planes de vida y es, decididamente, modificable. Hay un aspecto especialmente relevante: cada uno de nosotros tiene un estilo afectivo propio, es decir, la propensión a responder de la misma manera -con agresividad, tristeza, pesimismo, irresponsabilidad- a muchos desencadenantes. Hay personas acobardadas, irritables, envidiosas, pesimistas. Ahora sabemos que una parte importante de estos estilos afectivos son adquiridos, aprendidos. y también sabemos que podemos cambiarlos con un proceso de reeducación. Son esfuerzos lentos, que han de ser dirigidos sabiamente. Tienen que estar dirigidos por competentes pedagogos de la afectividad, del comportamiento, de la motivación.
Ni se deben alentar esperanzas falsas, ni se debe disuadir de los esfuerzos eficaces. No se trata de evitar a toda costa los sentimientos desagradables, porque pueden ser indispensables sistemas de orientación. No se trata de buscar sin más un ánimo impecable. Leo en L’Express que la moda del «cuidado de sí mismo», de la «asertividad», de la «autoestima», está llevando a un narcisismo insoportable en Francia.
Les recuerdo una antigua plegaria:
Que Dios me conceda serenidad
para aceptar las cosas
que no puedo cambiar,
valentía para cambiar
las que sí puedo,
y sabiduría para ver la diferencia.
Gran artículo y buen análisis. La personalidad es la que se puede cambiar, pero según la situación.
También me haría la pregunta de : ¿Puede uno desestructurarse? Y me contesto muy pocas veces. Pero que bueno, hacerlo es movilizador.
Saludos
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